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Lecciones de Vida

"Mi tío Reinaldo": La vida de Solari vista desde los ojos de su sobrino Sergio Cardone

"Mi tío Reinaldo": La vida de Solari vista desde los ojos de su sobrino Sergio Cardone

El 5 de octubre murió Reinaldo Solari Magnasco, uno de los fundadores de Falabella. Aquí, su sobrino Sergio Cardone Solari -director de la retailer- lo recuerda: “Una de sus grandes pasiones era el ski, gozaba su casa en Iquique y le encantaba maestrear”.

Por: María José López | Publicado: Sábado 9 de octubre de 2021 a las 04:00
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Lo gozamos estos 96 años, siempre fue para mí un tío muy cercano. Mi tío más cercano, la verdad.

La familia Solari fue súper unida. Mi abuelo llegó de Rapallo, Génova a Iquique a principios de 1.900. Pertenecía a un grupo de inmigrantes que vino a Chile para buscar mejores oportunidades. Trabajaba como empleado y luego pasó a ser socio de una multitienda bien conocida en la zona, que se llamaba La Confianza, con la idea de volver después a Italia con lo aquí ganado.

Tuvieron 10 hijos con mi abuela, entre ellos mi madre (Ginnetta Solari) y mi tío Reinaldo: ella era la sexta y él el noveno de la familia. Los colegios en esa época en Iquique no eran muy buenos, y por eso, mis abuelos educaron a sus hijos en Italia con la ayuda de unas tías, pensando en reunirse más tarde.

Ser hijos de comerciantes fue su gran escuela. La empresa quebró en los años ‘30 con la crisis del ‘29 y los efectos de la caída del salitre. Mi abuelo, tras la situación, murió de un infarto cerebral. Mi tío Reinaldo me decía que la verdad es que murió de pena. Eso lo obligó a traer a Chile a todos los hijos que seguían en Rapallo.

Los mayores tuvieron que levantar nuevamente la tienda con un sacrificio enorme y varios años después se vinieron a Santiago. Ellos vivieron mucho juntos en Iquique, su casa estaba en los altos de la tienda, por eso es que eran muy cercanos todos, pero mi mamá y mi tío, lo eran particularmente.

Mi tío Reinaldo y sus hermanos llegaron a Chile a vivir definitivamente esos años porque con la muerte de su padre, no había plata para pagar el arriendo. Mi mamá tenía 14 años, y mi tío, 10.

Era un empresario muy patriota, muy apasionado por Chile. Siempre decía que no se le pasaría por la cabeza irse del país.

No sabían hablar español. Pero al corto andar dejaron de hablar italiano. Porque su país, decía él, era Chile. Este país fue el que le dio a todos grandes oportunidades.

Mi tío siempre contaba que cuando llegó de Iquique al Barros Arana se sacaba como notas puros 1. No había aprendido mucho en el liceo del norte. Cuando entró a ingienería en la Universidad de Chile, se esforzó mucho: estudiaba largas horas para poder mejorar y llegó a ser premiado como el mejor alumno de la promoción.

En esa época los que llegaban como inmigrantes, eran bien recibidos. La mayoría se esforzaba muchísimo para salir de la pobreza.

Él logró ser el primer profesional de la familia, el resto no lo logró porque debieron ponerse a trabajar muy jóvenes. Cuando yo era estudiante a menudo le preguntaba cosas que no entendía de Matemáticas. Mi papá (Juan Cardone) tampoco alcanzó a estudiar una carrera -su padre murió cuando él entró a la universidad-, es así como yo encontré en mi tío Reinaldo un gran apoyo, en lo familiar y en lo profesional.

La generación siguiente, a la que yo pertenezco, sí tuvo la suerte de estudiar y ser profesionales.

Trabajé años con él, pero nuestra relación iba más allá de los negocios. Y de una relación de tío a sobrino, pasamos a ser amigos.

Recién salido de la universidad sus hermanos comentaban que Reinaldo era tan inteligente, pero duro. Con los años se fue poniendo cada vez más sabio y más dulce, fue una evolución de su personalidad. Se transformó en un gran político de Falabella como presidente de la compañía, resolvió tensiones con gran maestría. Y se metía en los detalles del negocio.

Pese a ser ingeniero civil, y no tener idea de confección, cuando joven entró de gerente general a una fábrica de confecciones de la cual era socio. Ahí no era raro topármelo cortando telas en la fábrica, enhebrando agujas. Mi tío Reinaldo siempre decía: ‘si no aprendes a cortar, no podrás nunca mandar. Y ahí se le veía entremedio de expertos de diseño que le enseñaban a hacer modelos de ropa, en esa época, casi toda de hombre. Ésta fábrica pasó a ser propiedad de Falabella.

Mi tío Reinaldo era un hombre para quien la estética era importante: le importaba la ropa, no solo porque era su negocio, sino porque le gustaba. Y era muy buen observador de obras de arte y tenía numerosos cuadros. También le gustaba mucho construir, tenía gran habilidad en ese terreno.

Durante la pandemia, lo único que quería era que lo fuéramos a ver. Conversar, saber de nosotros. Le cargaba el encierro. Sus hijos se las arreglaban para irlo a ver a él y a su mamá Vinka casi todos los días, lo mismo sus 15 nietos que él tanto adoraba. Todos se querían mucho. No le gustaba Zoom ni las reuniones virtuales. Le daban lata. Si había que hacerlo, claro que lo hacía, pero no le gustaba.

Cuando hablamos del estallido social, él reconocía que no lo vio venir, pero su análisis era que sería un proceso social que seguiría su curso. Lo vio como una etapa que había que vivir.

Recuerdo una frase que solía repetirme, y que en esos momentos hacía mucho sentido: ‘El tiempo pasa, los problemas pasan. No hay que desesperarse’.
No recuerdo momentos complicados en su vida. Su infancia y su pasado en Italia fueron tiempos muy duros, de mucho sacrificio, por ejemplo, nunca fueron al cine y nunca habían andado en auto , y decía que acá en Chile, fue todo cada vez mejor.

Era un empresario muy patriota, muy apasionado por Chile. Siempre decía que no se le pasaría por la cabeza irse del país.

Veía en la educación la principal palanca para que los que tienen menos, pudieran salir adelante. Siempre nos hablaba de eso, porque su experiencia fue así.

Mi tío junto a Juan Cuneo Solari transformaron Falabella junto a su querido hermano mayor Alberto quien era un genio para los negocios y un hombre con un trato y empatía increíble. Alberto fue pionero y abrió espacio a sus hermanos. Fue gerente general de Falabella, solicitado por su suegro Arnaldo Falabella. Fue el líder de la familia mientras vivió. Murió pocos años después de la compra de Falabella por la familia Solari, en diciembre de 1980 junto a otros socios menores.

El primer gran aporte social que hicieron fue democratizar el crédito de consumo dando la oportunidad a que los chilenos, masivamente, pudieran acceder a estos créditos, en una época que era impensado esto. Fue un aporte gigantesco al país y eso los ponía muy contentos.

Los bancos eran muy pequeños en esa época porque la tasa de interés estaba fijada por debajo de la inflación por la autoridad. Era mal negocio depositar en los bancos. Estos podían prestar muy poco y principalmente a empresas.

El segundo gran aporte social que hicieron los tres, fue que en Chile bajaron los aranceles y el país empezó a importar mucha ropa y bienes durables. Fueron disminuyendo los precios y se pudo vender la ropa a precios democráticos.

La competencia hizo lo mismo, pero Falabella marcaba el camino. Ropa buena, para que prácticamente todos se vistieran con igual calidad, o al menos tuvieran la opción de hacerlo. Lo vimos en las zapatillas, la moda, luego en la casa.

Más adelante otro aporte social importante fueron los centros comerciales (malls) en barrios periféricos que le dieron mucha dignidad a los clientes de esas comunas.

Juan Cuneo fue determinante y clave en el gran desarrollo de Falabella. Muy talentoso también.

Mi tío Reinaldo con Horst Paulmann (fundador de Cencosud), a pesar de que eran competencia, tenían muy buena relación: los unía su pasión por la construcción, los dos tenían esa gran afición y habilidad. No sabes lo que gozaba mi tío al visitar obras, o ver los planos de un nuevo mall o local.

Cuando él estudió ingeniería, su especialidad era cálculo, y fue una pasión que se notaba siempre. Tenía eso en común con Paulmann.

También fue un gozador de la comida italiana.
Vinka su señora que tanto cuidó y lo amó es conocida por ser buena chef. Y su hijo, Piero, quien se dedica a los negocios, también es muy buen cocinero. Y eso a él le fascinaba, gozaba la comida italiana.

Una de sus grandes pasiones era la nieve. Tenía una casa en Farellones y yo subí mucho a esquiar con él: me enseñó a correr en skies. Me enseñó tantas cosas. Era uno de los pocos sobrinos que subía con él, y por eso pasamos mucho tiempo juntos. Ese refugio lo hizo con sus manos. Las maderas, el cemento, los ladrillos, todo lo construyó él. Recuerdo las conversas esas noches las que continuaban en la silla del andarivel. Madrugaba para para salir a esquiar.

Los periodos largos para vernos eran precisamente en la nieve. Hacíamos mucha vida de familia alrededor de la chimenea. En el verano él se iba a su casa en la playa, a Yape, al sur de Iquique, nadie conoce mucho ese lugar porque no son más de 10 casas, varias de hermanos de él. Y él ahí, al igual que en Farellones, era inmensamente feliz. No le gustaba mucho viajar. Por eso sus vacaciones las pensaba en esos lugares. Volvió a Italia principalmente por trabajo.

Sus grandes amigos era gente del ski y también de Iquique, vecinos con los que pasaba la tarde entera conversando, mirando el mar, pescando. Hugo Machiavello, unos de sus grandes amigos, de Iquique era vecino de él en la playa. Pero sus principales amigos sin duda eran sus hermanos; mi tío Alberto, mi mamá, la tía Inés y Héctor Solari, con quienes tenía mayor cercanía e intimidad.

Con los últimos cuatro eran achoclonadísimos. La relación con su hermano Alberto era de mucha admiración, muy de hermano mayor, muy influyente en él. Alberto asumió el rol de padre en la familia cuando murió mi abuelo tan joven. Alberto, que se casó con Eliana Falabella, fue gerente general de Falabella.

Mi tío Reinaldo tenía una verdadera adoración por él al igual que sus hermanos. Fue una figura muy importante y central en su vida, lo marcó muchísimo, porque a su padre apenas lo conoció.

En Santiago hacía harta vida familiar, es una casa muy llena. Para mí ir a verlo era una alegría, y cuando estuvo ya más enfermo nos entreteníamos mucho conversando, era bueno para preguntar.

Le encantaba el jardín y era fanático de maestrear. Era de los que estaba feliz cuando se le echaba a perder algo, para así poder arreglarlo. Le encantaba pintar la casa. Esa onda.

Tenía una pieza llena de herramientas, todas las que te puedas imaginar. Y si querías hablar con él, tenías que entrar a esa sala de herramientas, porque él no dejaba de maestrear. Fue siempre muy auténtico.

La última vez que lo vi fue el viernes en la mañana en la clínica. Me tomaba la mano, él sabía que era yo. Estaba con mucho cansancio y bastante dormido. Ese día no lo voy a olvidar nunca porque pudimos despedirnos con tanto amor.

Me dio mucha pena, pero mucha paz a la vez.
Para el día de su funeral, el miércoles, le escribí una carta. Ahí le agradecí haberse transformado en un gran amigo.

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